Mascherano, el “influencer” de la selección argentina

Que Mascherano no ganó nada con la selección es mentira. Se ganó el respeto y la extensión eterna de la admiración de los futboleros. No existen los anti-Mascherano y los pro-Mascherano. No hay grieta con él; ganó hasta en eso: hacer un imposible en la Argentina de reacciones explosivas y argumentos vomitados en 140 caracteres. Mascherano también ganó lo que la selección no venía ganando: “hinchas de la selección”.

En tiempos en los que los hinchas son hinchas de sus clubes, este célebre administrador de egos de compañeros se erigió en el cuerpo y el alma de los planteles que integró. Que te defiendan la camiseta será encantador para los hinchas por los siglos de los siglos.

Esos hinchas aman a los que juegan lindo, pero cuentan leyendas de los que se estrujaron el corazón por los colores. Y Mascherano se ubicó en ese sitial de privilegio sin ostentar privilegios. Sin pretensiones pomposas. Con corte señorial, cedió por protocolo la cinta de capitán de la selección.

O sea, Mascherano fue Mascherano para que Lionel Messi sea Mascherano: el líder ejemplar que ejemplifica los valores del deporte. Mascherano es la epopeya del cierre a Robben en las semis de Brasil 2014. Mascherano es la dignidad de tirarse al piso de los alemanes mientras se sufre en el 0-4 de Sudáfrica 2010. Mascherano es y fue el influencer de la selección.

Hay copas que no dan esas ganancias.

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